miércoles, 29 de junio de 2011

DONDE PAPAS Y ESPIRITUS BAILAN



DANZA, PRODUCCION AGRICOLA Y RELIGION EN EL ALTIPLANO

En el altiplano las prácticas religiosas se caracterizan por diferentes grados de superposición y amalgamación entre los rituales prehispánicos y cristianos. En especial en las áreas rurales, pero también, aunque en menor medida, en los centros urbanos pueden observarse elementos precolombinos, cuya conexión con la fertilidad y la producción agrícola se contrasta con el carácter supuestamente cristiano de las fiestas y procesiones en honor a un santo patrón o a una de las tantas vírgenes veneradas en el país. Entonces, música, canto, danza, comer y beber de forma excesiva, no son solamente “accesorios bonitos” o una mera diversión, sino que son elementos performativos de sistemas de creencia altamente sincréticos, destinados a influenciar en el bienestar de los individuos y de sus respectivas comunidades.

Este tipo de danza no cabe ni en las imaginaciones occidentales de actividades recreativas populares, ni en el concepto euro-americano de “arte” elitista, sino que está inextricablemente ligada a la religión y a la espiritualidad: uno baila para la virgen/la Pachamama (Madre Tierra), algún dios prehispánico transformado en un santo patrón local, o, directamente, para la producción agrícola, es decir, para los tubérculos y los cereales.

LO MÁS IMPORTANTE SON LAS PAPAS

Como muchos otros países, también en Puno es afectada por la urbanización y migración hacia las ciudades. Sin embargo, la agricultura todavía juega un papel muy importante en la economía de los departamentos altiplánicos, y es ahí donde se muestra el significado de la papa: no sólo es el alimento más importante, sino también forma parte de la identidad, tanto rural como urbana. Los andinos, en general, están orgullosos de que la papa se haya originado en la zona del lago Titicaca, y de que en su país existan cientos de variedades de tubérculos.

Últimamente, la gente, las ONGs y las organizaciones gubernamentales han empezado a tomar más consciencia acerca de mantener esta diversidad, por lo que muchos campesinos ahora están tratando de re-introducir o conservar las antiguas especies puestas en peligro por las uniformadas semillas para la distribución en masa, promovidas y vendidas por las compañías transnacionales (Proinpa 2009, GENRES 2009, Centro Internacional de la Papa 2009). Al hablar con extranjeros “blancos”, la gente a menudo menciona con cierta ironía que, hace mucho tiempo “sus” papas salvaron a Europa de la hambruna, y, simplemente con mirar los platos diarios de los altiplánicos, es fácil darse cuenta de la importancia que aún tiene la papa aquí – prácticamente toda la comida es acompañada con papa y, muchas veces, también con chuño, las papas liofilizadas forman una parte integral de la cocina andina-. Sin embargo, la importancia de los tubérculos no sólo se refleja en los hábitos de comida, sino también en el idioma, la música y la danza. El aymara es un idioma muy agro céntrico, que contiene muchas palabras diferentes que tienen que ver con las papas.


LA FUNCIÓN DE LA MÚSICA Y DANZA EN EL ÁREA RURAL ANDINA

Hablando en términos generales, la música y danza autóctona del altiplano está inextricablemente ligada a la agricultura y a los fenómenos naturales. No importa si se trata de sembrar, hacer crecer la primera fruta, cosechar o la producción de chuño, cada una de estas actividades es acompañada por los correspondientes rituales que, a su vez, son inseparables de la música, danza, canción y poesía. Por supuesto, la danza también engloba dimensiones sociales e “identitarias”, que no pueden ser tratadas aquí.


Volviendo al tema ritual-agrícola, tanto la Pachamama (madre tierra) como los Achachilas (dioses tutelares que residen en las cumbres de las montañas), Uywiris (espíritus), Illapa (el dios del trueno y rayo) o Phaxsi (la luna), siguen siendo venerados con el fin de obtener una cosecha óptima. Además, los comuneros se dirigen directamente también a los espíritus de los productos agrícolas y de las chacras mismas (Van den Berg 1992: 222) haciendo coincidir los nombres de los espíritus con los nombres rituales de los productos. Van den Berg (Ibíd.: 223) presenta la siguiente selección:

Nombre general

Nombre ritual en aymara

Traducción al castellano

Espíritus femeninos

papa imilla

Papa

Quinua

Quinua

Imill t’alla

Mama jatha

P’isqu t’alla

T’ijur mama

Señora papa

Señora semilla

Señora quinua

Señora que corre

Espíritus masculinos

Oca

Papa

Cebada

Apill tata

Jach’a mallku Varanga

ispilan mallku

Señor oca

Mallku grande

Mallku de mil espigas

Tabla 1: Las papas y sus nombres rituales (Van den Berg 1992: 223).

En el transcurso de las ofrendas llevadas a cabo en las chacras, no sólo éstas, sino también las plantas que crecen y los primeros frutos, son adornadas con banderas blancas, mistura y serpentinas. Se hacen libaciones (ch’alla), ofrendas de humo, coca, llamas u ovejas y también se sacrifican mesas rituales más elaboradas, que contienen hojas de coca, tabletas de azúcar prensadas en formas simbólicas, que son envueltas en lana colorida de llama, pedazos de azúcar de colores vivos, grasa y fetos de llama o puerco. La grasa de llama siempre representa una ofrenda general para la Madre Tierra, pero durante el tiempo de siembra también es untada sobre los ojos de las papas para hacerlas brotar. El azúcar es considerado como una comida dulce para los dioses, y se supone que los fetos (de llama) son un plato especialmente delicioso para los seres sobrenaturales. Tanto el calor que surge de quemar la mesa como la sangre derramada en las chacras son instrumentos para aumentar la fertilidad de la tierra.

Según el concepto andino de reciprocidad, existe un constante intercambio entre la gente que habita “este” mundo (akapacha) y los dioses que viven en el “mundo de arriba” (alaxpacha) y de “abajo” o “adentro” (manqhapacha). Los dioses son alimentados con rituales, ofrendas, música y danza, para que luego procuren las condiciones óptimas para el crecimiento y la maduración de la cosecha, la producción de chuño y tunta (una variedad de chuño de color blanco) y para la procreación de los animales, es decir, suficientes lluvias, sol y heladas en los momentos adecuados. Al hablar de las danzas, Gutiérrez (1992: 121) incluso utiliza el término de magia, que representaría un espacio liminal entre la humanidad y la naturaleza que facilita el oscilar entre los diferentes pachas (mundos, espacios temporales o estaciones de año). El mundo del manqhapacha es considerado como el espacio fértil y creativo en donde viven las almas de los muertos.

Al igual que los dioses, también las almas contribuyen al éxito de la cosecha y, por ende, deben ser incluidas en las festividades y en los rituales. Así, no es de sorprender que el comienzo ritual del período fértil sea justo en las fechas del primero y segundo de Noviembre, cuando se pide la cooperación de las almas de los difuntos en el ciclo productivo agrícola.

Continuara....

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